Obsesión IV

En una habitación gris y sin ventanas se encuentran Judith y María de la Riva. La iluminación es escasa, y el centro de la habitación la preside una destartalada mesa de madera y dos sillas. En un rincón hay dos viejas literas, al otro extremo un biombo de color negro oculta un pequeño lavabo y un pie de ducha. Las dos examinan minuciosamente la habitación y luego se miran la una a la otra fijamente, al principio no dicen nada. Pasado unos segundos María rompe su silencio...
-No entiendo esta situación-comenta María con cierta desesperación.
-¿Qué diablos está pasando?-pregunta enfadada Judith.
-Eso mismo me pregunto yo-le responde María.-Ignoro qué mente enferma ha tramado toda esta farsa y mucho menos qué es lo que busca.
Al instante, alguien abre la puerta de la habitación. Un encapuchado señala a Judith y le ordena que le siga. Al dirigirse hacia la puerta Judith mira hacia atrás, a María, con cara de miedo. El encapuchado la coge del brazo y la obliga a salir. Judith le propina una fuerte bofetada y el encapuchado se la devuelve. 
 Al cerrarse la puerta, María se sienta sobre la litera y preocupada por la suerte de su compañera y luego se echa a llorar.
 Judith sigue al encapuchado por un largo pasillo oscuro. Llegan hasta una habitación y al entrar encuentra a otro hombre. Mira hacia el encapuchado y luego le descubre el rostro.
-¿Qué te ha parecido mi actuación?-le pregunta sonriendo.
-¡De Óscar!-responde Alberto que la rodea por la cintura y luego la besa apasionadamente.
-¡A ver chicos, que estoy yo aquí delante!-les recuerda Julio, que no para de mirar el reloj.
-¿Aún no ha venido Javier?-pregunta Judith.
-No aún no, y empiezo a mosquearme-le responde Alberto.
-El que me da pena es el pobre de José-comenta Judith en tono de burla-sin comerlo ni beberlo está comiéndose todo el marrón él solito.
-Debes hacerte con las llaves del apartamento de María de la Riva sin que ella se dé cuenta-ordena Alberto.
-Echad en su comida algún somnífero y así me podré hacer con la llave sin problemas-propone Judith.
-¿Y si nos equivocamos y te lo tomas tú?
-A ver merluzos, traed una pizza y en mi porción ponéis más queso.
-¿Y si no le gustan las pizzas?-insiste Julio.
-Pues la echáis en la ensalada y punto-repone Judith algo molesta.
-Por cierto, habrá que pedir un rescate a la familia para que crean que el móvil de secuestro es ese-recuerda Alberto.
 Vuelve a la habitación poniendo cara de asustada. María la abraza y trata de consolarla. Judith le comenta que la han amenazado con dejarlas allí encerradas y que piensan pedir un rescate por ella.
 María se queda pensativa, si ese era el móvil del secuestro por qué escribir aquellas cartas. ¿Sería alguno de los secuestradores o era otro individuo el que las había escrito? Se siente confusa, pero no dice nada. Judith la observa como quien observa a una muestra en un microscopio.

Continuará...


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