El pintor y la muerte II. La Reina de hielo.

  En el café La Bòheme no se habla de otra cosa, la exposición de la obra de Pascal Larroux está siendo un éxito, todos hablan de la "Reina de hielo", y más grande aún es el cuadro abstracto "Las cuatro estaciones". 
Ayer llegó de Holanda, Marguerite  Dupoint. Se marchó el mismo día en que falleció Pascal Larroux, quería evitar a toda costa asistir a su entierro. Ahora en el café estaba con su nueva adquisición, un joven llamado Azazel, apuesto y algo misterioso, nadie sabe de dónde ha salido aquel muchacho. El camarero les comenta que hace dos días que acaba de abrirse la exposición de la obra de Pascal Larroux en la galería Renaud. Ella divertida, se burla diciendo que será como todo lo que hacía aquel pobre desgraciado, un verdadero fracaso. 
    El camarero la mira y sonríe negando con la cabeza y al cabo le responde:
-Siento contradecirla Madame Dupoint, pero la exposición está siendo todo un éxito y parece ser que pronto viajará a Nueva York para ser expuesta.
   En ese momento entra su gran amigo, Robert Gallard, que sonriendo divertido le pregunta:
-¿Has visitado la exposición? si no es así deberías hacerlo esta misma tarde, te encantará La Reina de hielo.
-¡Ah sí!- exclama en tono burlón-¿ y por qué habría de gustarme ese cuadro en cuestión?- pregunta ella con cierto desdén.
- Yo solo te aconsejo que te fijes en ese cuadro querida, me parece de una factura impecable, y además te impresionará más de lo que imaginas. 
Ella lo miró con cara de fastidio, estaba captando la indirecta. Al parecer Pascal había logrado salirse con la suya y vengarse de ella de alguna manera, y que mejor manera que a través de lo que mejor sabía hacer. Así que decidió que esa misma tarde, cuando terminara con todos los compromisos que tenía pendientes, visitaría la exposición.
  Era ya bastante tarde cuando fue a ver la exposición, a pesar de ello, había bastante personal admirando las obras. La acompañaba el joven Azazel, que lucía una inquietante sonrisa, Marguerite, estaba algo tensa, notaba que algo no iba del todo bien. Cuando llegaron a la sala de las Cuatro Estaciones quedó maravillada, era un cuadro lleno de armonía, de color, la técnica empleada era magnífica, la luz del cuadro le sorprendió muchísimo; en suma, se hallaba ante una verdadera obra de arte. Se dio cuenta de que se hacía tarde y que la gente se iba marchando; no obstante, se fijó que otra mujer estaba contemplando los cuadros al mismo ritmo que ella, pero había algo en ella que le daban escalofríos.


   La luz empezó a parpadear, parecía que se iba por momentos, pero no fue así. Marguerite y Azazel siguieron caminando cogidos del brazo hasta llegar al cuadro del que le había hablado Gallard, La reina de hielo. Ante estaba aquella mujer hierática, casi desafiante, al fijarse en su rostro se quedó paralizada......sin duda alguna era ella, sí ......la había retratado en su jardín de invierno y alrededor de ella solo habían restos de lo que parecían corazones rotos y almas heladas con lágrimas de hielo que la miraban como pidiéndole clemencia.
 Era desgarradora la crítica que aquel cuadro hacía a su persona. Marguerite se percató que la mujer que tanto la inquietaba estaba allí a su lado y que sonreía a Azazel, eso la inquietó aún más......¿acaso se conocían? ¿quién era ella?  
La miró y quiso gritar de horror, pero apenas pudo emitir sonido alguno. Aquella mujer blanca se había tornado huesuda, con los ojos incendiados en fuego y riéndose se dirigió a Azazel:
-¡Ganaste la apuesta Azazel! al final el amor no triunfó en esta historia y el orgullo y la soberbia pudieron más. Puedes quedarte con su alma.
  Marguerite no comprendía nada....¿de qué apuesta estaban hablando? ¿qué burla era esa? y lo más inquietante ¿quienes eran estos personajes tan monstruosos que habían apostado sobre sus vidas? Se armó de valor y dirigiéndose a Azazel le preguntó:
-¿Qué significa esta farsa?- Azazel la miró sin decir nada-¿quién eres en realidad?
Azazel sonrió con un brillo diabólico en sus ojos, sin dejar de mirarla fijamente la cogió del brazo con más fuerza que nunca, ella intentó zafarse pero no pudo.
-Soy tu peor castigo, o ¿acaso creías que el dolor que has ido infligiendo en toda esa cadena de pobres desgraciados iba a quedar sin castigo?-su rostro empezó a cambiar-querida Marguerite, nunca vi alguien con semejante frialdad, con tanta crueldad. Eres toda una maestra, eso hace que tuviera preferencia por ti; pero Madame Labellemorte, o si lo prefieres... la muerte quiso darte una oportunidad con Larroux.
 Marguerite intentó decir algo, pero no pudo. Azazel siguió hablando, en sus ojos había una expresión que no había visto antes.
- Yo estaba seguro que le harías sufrir con la misma crueldad que a los otros, tanto que desearía la muerte a cada segundo, y como bien sabes no me equivoqué.
  Mientras decía esto los ojos de Azazel se tornaron fuego, su aspecto era horrible, quiso gritar del horror ante aquella visión; pero no podía, su corazón se aceleraba apresuradamente, sintió un dolor agudo en el pecho. Notó que le faltaba el aire, se sentía desvanecerse, mientras caía al suelo vio como Azazel se reía y le decía que no se preocupara que esa misma noche estaría con él en su reino de fuego para toda la eternidad.


    

Comentarios

  1. No dicen que: "segundas partes nunca fueran buenas"...pues no es cierto ;)

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  2. jajaja gracias. Fíjate que se me ocurrió toda la historia cuando iba a comprar y oí en el coche la canción "Una calle de París" de Duncan Dhu y me dije tengo que hacer una historia inspirada en un pintor para la noche de Halloween y me salió toda esta historia.

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