Infelice


No, nunca me fue fiel. Iba de un lado para otro, de puerta en puerta, de ciudad en ciudad. Apenas algunos días duraba su lealtad, después volvía a desaparecer. Una mañana, discutimos, me dijo que se había hartado de mis celos obsesivos, que no se debía a una sola persona y la felicidad se marchó. 
Mi vida transcurrió empapada en litros y litros de depresión. Dibujando arcoíris en blanco y negro en mi habitación. Debieron pasar años, tantos para no recordar. Por no recordar, tampoco recordaba el rostro ajado por los años que me devolvía ese triste espejo. Hasta que una mañana alguien entró por la puerta. ¿No me conoces? me preguntó. No, han pasado los años, mi memoria no existe, la salud también me abandonó. Lo siento, yo no la conozco. Y me senté en el viejo sillón mirando la ventana como quien espera ver a alguien.  Me miró a los ojos, me extendió su mano y me dijo: ¡sígueme! A sabiendas que ya poco me quedaba por vivir, tomé su mano y la seguí...


Comentarios

  1. Al principio pensé en Penélope, hasta que ví la sombra de la guadaña ����

    ResponderEliminar

Publicar un comentario