¡Me está mirando! (IV)



El inspector Hoffs repiqueteaba nervioso con los dedos la mesa de su despacho, esperaba la llegada del Dr. Marcus, el director del Hospital Psiquiátrico J. Svenson. Sobre la mesa de oficina, el ordenador parpadeando y el sobre con el informe de los resultados de la autopsia del Sr. Martin. 
Al cabo de diez minutos interminables, el doctor Marcus, apareció escoltado del oficial Smith y del agente Anderson; los tres habían sido citados horas antes por el inspector. Tras las presentaciones de rigor, el inspector procedió a leer el informe y las conclusiones. El informe forense no dejaba lugar a dudas: James Martin de 60 años de edad y natural de Massachusetts, había sido asesinado con un arma cortante, que con total seguridad podría ser instrumental quirúrgico y, por lo tanto, sería muy fácil para el asesino borrar las huellas de sangre sin dejar rastro y ocultarla; eso explicaría que no hallaran el arma homicida en el lugar del crimen. El asesino o asesina había tomado la precaución de escoger instrumental de uso habitual en el hospital, de esa manera no levantaría sospechas el llevarlo consigo y así podría borrar toda evidencia ¿pero y la sangre sobre la ropa, alguien debió ver salir al asesino con la ropa manchada de sangre? la cosa estaba complicada, según el personal del hospital algunos enfermos del hospital son propensos a autolesionarse y no era raro ver a algún enfermero o celador con la ropa ensangrentada. De hecho aquella misma tarde, el Sr. Olson volvió a autolesionarse, como hacía habitualmente, fingiendo que era una herida de guerra. Así las cosas todo estaba complicándose y cualquiera ya fuera paciente, médico, enfermera o trabajador del hospital podía ser sospechoso de su muerte. El doctor Marcus, visiblemente afectado, se ofreció a colaborar al máximo para resolver el asesinato del Sr. Martin. 
-Agradezco de antemano su predisposición, le ruego que haga lo propio con el agente Anderson a quien acaba de conocer ahora mismo para introducirse entre el personal del hospital sin levantar sospechas.
-No habrá ningún problema, me encargaré hoy mismo de que el agente se integre en el equipo de celadores del hospital-aceptó el doctor Marcus.
-Ah, lo olvidaba-se giró en la silla el inspector dirigiéndose al agente Anderson.-Necesito una lista de las personas que ese día atendieron o dijeron atender al Sr. Olson. 
-Yo mismo le daré esa lista-se ofreció el doctor Marcus, miraba de uno a otro lado y pensativo como intentando recordar algo. Se arrascó la calva y por un momento sus interlocutores pensaron que iba a decir algo, pero no lo hizo. Sea lo que fuere no era capaz de recordar. No en ese momento.
-En ese caso, no hay más que añadir. El agente recibirá instrucciones nuest y cuando tengamos algo le mantendremos informado.
El agente Anderson salió del despacho acompañado por el director del hospital hacia su nuevo cometido. En la oficina el inspector Hoffs y el oficial Smith aguardaron unos instantes, en ese momento apareció el sargento García.
-Bien García, solo el agente Anderson y nosotros mismos sabremos que usted está infiltrado en el hospital como paciente, debe investigar que fue lo que pasó en aquella entrevista con la doctora Svenson.
-¿Y cómo lograremos que ella sea la que me trate como paciente?-preguntó García
-No se preocupe, todos los pacientes pasan una entrevista con la doctora, además ya tenemos un informe para internarlo en el hospital, cortesía de un médico amigo que me debe un gran favor-le respondió guiñando un ojo.
García carraspeó y se quedó un rato dudando, la idea de que pudieran sedarle o de que pudieran inyectarle cualquier medicamento no le hacía mucha gracia. Toda la oficina sabía que el sargento García era muy aprensivo, rayando en lo hipocondríaco. Estaba aterrado, las manos le sudaban y no paraba de preguntar si le tenían que medicar y qué tipo de enfermedad debía fingir.
-Tranquilícese, la medicación se la pondrá Anderson-bromeó el inspector dándole una palmadita en la espalda, pero eso le hizo ponerse más nervioso. <<El inútil de Anderson, si no sabe ni poner una bombilla...-La última vez que le vi intentando arreglar algo, acabó hecho pedazos y me dice que me tranquilice, seguro que no salgo vivo de ese maldito hospital>>pensó García.
-No se preocupe García, yo iré a hacer alguna visita al hospital-añadió el oficial Smith.
-Si no salgo vivo de las manos de Anderson, cuiden de mi mujer y de mis hijas-rogó medio en broma, medio en serio; aunque por el tono de la respuesta Smith pensó que lo decía en serio. García era un hombre serio, responsable y cumplidor con su trabajo. A sus cuarenta y cinco años había conseguido el ascenso a sargento, y tenía dos hijas: Julia de quince años y María de siete, a las que adoraba. Y la idea de que algo pudiera salir mal le aterrorizaba.
-Nuestra principal sospechosa es la doctora Svenson, así que de momento céntrese en ella. Aunque tampoco pierda de vista al doctor Marcus-ordenó el inspector Hoffs.-Mantenga informado al oficial Smith en cuanto tenga lo más mínima novedad ¿entendido?
-¿Sospecha de él?-preguntó García
-No hay que descartar a nadie en ese hospital, por eso le envío a usted, para que lo averigue-concluyó el inspector.

Continuará...
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