El cuadro

 A cuatro kilómetros se encuentra la gasolinera más próxima, lo justo para repostar. El cielo está enmarañado con nubes grises que parecen descolgar suaves hilos de algodón. Llueve y empieza a anochecer. Samuel está algo cansado, y decide parar un rato. Estira las piernas un poco y se fuma un cigarrillo. En el interior del coche, Germán echa un vistazo al GPS, que anda algo loco, no sabe que le pasa.<<¿Será cosa de la tormenta o está estropeado?>> piensa mientras manipula el GPS, intentando que funcione de nuevo.

  De vuelta al camino el coche se para justo al lado de un grupo de casas abandonadas. Samuel sale del coche y mira el motor. 
-Debe ser cosa de la batería-comenta Samuel
-Mira en esa casa hay luz, quizás puedan ayudarnos-comenta Germán.
-Bueno, voy a ver si nos pueden echar una mano.

En el piso de arriba se ve luz, pero el aspecto de la casa es de abandono. La verja de entrada está oxidada y rota. Samuel la abre con algo de esfuerzo, al hacerlo se mancha las manos de óxido. La lluvia empieza a caer con fuerza. Al llegar a la puerta, comprueba que está entornada y pasa hacia el interior mientras hace notar su presencia.

-¿Hay alguieeen?-pregunta elevando el tono de voz. No contesta nadie, pero oye como si alguien tocase un instrumento de cuerda. Parece un arpa o algo así. No podría afirmarlo con seguridad, nunca ha tenido mucho oído para la música. Al pasar al salón de la casa, ve que todo está lleno de sábanas viejas y cubiertas de polvo. Allí no ha entrado nadie en mucho tiempo. Sube las escaleras en dirección al cuarto dónde se escucha la música.

-¡Oiga!- avanza hacia la puerta, pero no recibe respuesta. 

Abre la puerta y para su sorpresa no ve a nadie, solo un arpa lleno de polvo. <<¿Cómo es posible que antes escuchara la música como si alguien estuviera tocando en este cuarto y ahora no hay nadie?>>. Al darse la vuelta, ve algo raro. No sabría explicarlo, es como si unos ojos de un verde intenso se hubieran clavado en él, pero no parece haber nadie más en aquella casa, salvo él mismo. Baja las escaleras algo mosqueado, al pasar por el salón se fija en un cuadro que está al descubierto, los mismos ojos que creía haber visto le miran ahora con tristeza desde aquel cuadro. 
Es bellísima, se queda fijo mirando a aquella mujer de pelo rubio y ojos verdes. Su mirada es triste a pesar de estar sonriendo con la inocencia de una niña. Se sorprende así mismo sonriendo a aquella imagen. Le inspira cierta ternura, pero de repente siente un escalofrío que le recorre toda la espalda. Una sensación extraña le invade por todo el cuerpo. Nota como si alguien le tocara el hombro, al girarse la ve. Es ella, la joven del cuadro.

-Te estuve esperando mucho tiempo-le dice mientras acaricia su cara. Es una joven francamente hermosa, con una voz dulce. Su sonrisa le hipnotiza por un momento. Va extrañamente vestida, como de otra época.

-Perdone, pero creo que no nos conocemos-responde Samuel intentando no mostrar su nerviosismo. Su cabeza es un bullir de pensamientos. No puede asimilar lo que está ocurriendo. Quisiera salir de allí corriendo pero no puede. 

-¿De veras no te acuerdas?- le pregunta con una sonrisa casi infantil-me prometiste que volverías a por mí, cuando volvieras de la guerra y estaríamos juntos para siempre.
-Creo que me confunde usted con otra persona-contesta  mientras se frota la cabeza con evidente desesperación. Intenta encontrar una explicación razonable a lo que esta sucediendo, pero no puede.
-No, Samuel yo no me confundo-al oír pronunciar su nombre en los labios de la joven se queda paralizado.
-No entiendo nada-confundido se gira y ve otro cuadro que preside el salón. Allí ve a la joven con un hombre. Se acerca y se queda paralizado al ver más de cerca el rostro de aquel hombre. <<¡Dios mío, no puede ser!....soy yo>>.
 Confuso, no sabe qué hacer solo huir, huir lejos. Sale corriendo, la chica le llama insistentemente. La puerta se cierra de golpe, pero el se gira y  se dirige a una ventana que hay justo al lateral de la casa, atraviesa con toda su furia la ventana haciéndola añicos. El ruido de los cristales sobresalta a Germán que ya ha podido solucionar la avería del motor y enciende las luces. Ve a Samuel sangrando y con el pelo blanco.

-¿Pero qué diablos te ha pasado?-pregunta Germán sorprendido.
-¡Vayámonos de aquí, rápido!!-grita enloquecido Samuel.
 Germán con cara de preocupación sale a toda velocidad de allí, mientras tanto Samuel se quita algunos trozos de cristal que tiene clavados por todo el cuerpo. 

Comentarios

  1. Respuestas
    1. jajajajaja...lo pensaré, si lo continuo: prometo firmemente terminarla en la siguiente entrada ;)

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  2. ¡Me cachis! ¿Pero de dónde has sacado esta historia que me ha puesto los pelos de punta? Pues sí, debes concluirla porque me has dejado en ascuas.

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    1. Inventiva propia. El caso es que era algo más espeluznante, pero la suavicé porque me estaba sugestionando yo misma. Es lo que tiene escribir por la noche. Pero sí, me he propuesto concluirla. No sé cuando la terminaré, pero intentaré que sea lo más pronto posible.

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